viernes, 4 de diciembre de 2015

Los de Baltasar Ibán para 2016 (y II)



     Precisamente el nº 24 es quien nos sirve para comenzar la segunda parte de este reportaje en el que desgranamos cómo son los “Ibanes” para 2016. Por supuesto no todos tienen su envergadura ni la del calcetero nº 65, pero eso no es óbice para que entre los toros de menos tamaño de la camada también haya auténticos dijes. El que más, un nº 28, negro, bajo como un zapato, cornillano y con los pitones hacia delante. Prototipo de lo que era la casa Ibán hace un par de décadas y que hoy, a causa de su corto trapío, por fuerza tendrá que ir a una plaza menor. Entre los de menor cuerpo del cercado también estaba un nº 39, negro, bragado, meano y axiblanco, que sin embargo marcaba el territorio reburdeando desafiante. 







     Justo antes que él entró en su día al cajón de herrar uno muy distinto de hechuras, el nº 38, también negro, anchote de sienes, y de comportamiento mucho más tranquilo ante el visitante que estaba interrupiendo su rumiar ese mediodía de pre-invierno. Este ya era de la zona media de camada, donde hay animales muy armónicos, como un colorado marcado con el nº 35, cuya perfecta hechura contrastaba con la agresividad en su mirada, mientras mucho más pacífica era la del nº 51, negro, poco bragado, anchote de sienes y tirando a un punto veleto. 







    Ahora, que si hablamos de agresividad, resultó impactante comprobar de primera mano cómo la relativa calma que había en el cercado donde estaban los morriles se transformó en tormenta nada más pasar al cerrado en el que tienen establecido su reino los cuatreños. Hubo tres toros que se apartaron de los demás, y como si saltara una chispa comenzó la tremenda pelea entre otro colorado de la camada, el nº 56, y un negro chorreado y lombardo que lleva a fuego el nº 4. Se dieron de lo lindo y, como suele ocurrir en estas trifulcas, no faltó el tercero en discordia. Era el nº 60, del que ya hablamos en la primera parte, y que puso paz a base de golpes, disolviendo la contienda, de la que acabó saliendo pies en polvorosa el ojo de perdiz, nada más meter baza. ¿Qué comportamiento tendrán cuando llegue la hora de combatir en una plaza y no entre ellos?. Ay, qué misterio tan grande y tan bello es la bravura…




miércoles, 2 de diciembre de 2015

Jaén, la tristeza de dos ganaderías menos


     No ha empezado bien diciembre. No lo digo personalmente, que también, sino por el Jaén ganadero. Esta inmensa, bellísima y desconocida provincia, cuyo potencial de ganaderías era envidiable hasta que comenzó esta puñetera crisis en la que, al contrario de lo que hace años me vaticinó Alvaro Núñez del Cuvillo, no se han ido primero los últimos que llegaron, sino que muchos de éstos se han quedado y otros, ganaderos de toda la vida, han tenido que tirar la toalla.


     En apenas unos días, dos divisas de esas históricas, de las de toda la vida han puesto punto final a su trayectoria. Aunque sólo ha trascendido la noticia de la venta de Giménez Indarte -que de hecho no era propiedad de esa familia desde noviembre de 2014, sino de Francisco Rodríguez Martínez, que ha pasado el año anunciando sus productos bien a su nombre, bien a los anteriores propietarios-, otra más, la de García Merchante / García La Rubia (poseían dos hierros) también ha sido enajenada. Además, con la curiosa a la par que triste circunstancia de ser las dos linderas, puesto que “Navarrendonda”, de Giménez Indarte, y “La Casería El Lentisco”, de Alfredo García Merchante, apenas estaban separadas por el mallazo de una cerca. 




     A mí me apena, y mucho, todo esto. Fue inmensa la que sentí cuando me enteré que el pasado viernes se cargaban con dirección Cádiz todos los reproductores que tras la muerte de su padre ha estado mimando mi amigo Pedro Luis García La Rubia, porque su casa ha sido la que con más frecuencia he pisado durante los últimos diez años. No ocurrió así en la de Enrique Giménez, donde sólo he pisado para las tientas del Zapato de Plata, y cuya mayoría de cabezas, hierro incluido, será trasdadada próximamente a tierras madrileñas.

     Casi mejor no echar la vista atrás y pensar en aquella década de los ochenta, con nombres como Samuel Flores, Benjamín Sorando, Germán Gervás, Juan Valenzuela, Jiménez Pasquau, Marín Marcos, Aldeaquemada, Flores Albarrán… Sí, mejor no mirar atrás, aunque cada día sea más difícil hacerlo hacia delante. 

P.S.: Las fotos, por orden, corresponden a burladeros con los hierros de Giménez Indarte, García Merchante / García La Rubia, vistas de "Navarredonda" y del cercado de las vacas en "La Casería El Lentisco". 

martes, 1 de diciembre de 2015

Los de Baltasar Ibán para 2016 (I)


     Mediodía de sábado, bien entrado el otoño, aunque todavía sin los fríos que nos han visitado últimamente. Viniendo desde Salamanca, cuando ya se vislumbra Madrid en lontananza, una desviación marca El Escorial. Hay que dejar a la derecha el Valle de los Caídos y continuar poco antes de llegar a la ciudad. Sale a la izquierda un camino, que a uno de sus lados va bordeando un camping, asentado en los terrenos de lo que fue la finca "Puerta Verde", de Amelia Pérez-Tabernero. En el otro costado, a lo lejos, se ve la imponente silueta de "El Campillo", que primero fue de Remy Thiebaut y después de Concha Navarro
Unos kilómetros más adelante, una portera pintada en colores verde y rosa, los mismos de la divisa nos indica que estamos en tierras de Baltasar Ibán. El hierro, inconfudible, delata que la bravura está a un paso, el de abrir la cancela. 






     Allí nos esperaba Domingo González, mayoral de la casa, uno de esos conocedores que están llamados a ser leyenda del campo bravo, con el que repasamos una camada compuesta por cinco corridas de toros de hechuras modélicas. Se nota, y bien, la criba que ha pasado esta camada del guarismo 2, con muchos erales y utreros quedándose en el camino. 





     El día de nuestra visita los toros estaban en el cercado donde comen habitualmente, acotado por las paredes del caserío y el embarcadero. Eso hace que, a la hora de bregar con ellos para cargarlos, todo sea mucho más fácil. Terminada la hora del pienso, se les abre la puerta de un cerrado muchísimo más amplio, llano como la palma de la mano, donde los animales rematarán el último invierno antes de su lidia. 




     Una de las características más singulares de esta camada es la abundancia de toros colorados ojo de perdiz y castaños. De los primeros hay toros serios, a la vez que bien hechos, como un nº 72, que bien pudiera reseñarse para Madrid. Otro de ese mismo pelo, con los pitones de menor longitud y colocación es un nº 19, que inspiraba seriedad en su mirada. Claro, que de todos los colorados, el que entra por los ojos era un 55 perfecto de hechuras. 

     Serios son también los castaños, más que ninguno un nº 24, que tiene una pinta "madrileña" tremenda. Con ese pelo, pero más encendido, hay un nº 70, estrecho de sienes y tocado de pitones, que imponía de verdad. Y, si hablamos de los negros, tres tonalidades distintas en cuatro toros. Así, los hay chorreados, como el nº 80, que se me antojó  en Contreras por su expresión y la cara acapachada, mientras el nº 8 es estrecho de sienes y amonterado de pitones. Bragado, el 60, que deambulaba solitario por el cercado; comportamiento contrapuesto al del nº 65, calcetero, coletero y facado, único de ese pelo, que siempre iba acompañado por ese castaño tan imponente que es el 24.