jueves, 9 de abril de 2015

"Pajarraca", el milagro de la bravura








Fue este invierno, un día de enero en mitad de una horrorosa ola de frío. Tanto, que nada más acabada la retienta empezó a nevar y a la mañana siguiente los campos de Santisteban del Puerto aparecieron cubiertos por un manto blanco para nada habitual en tierras de Jaén.

Ese amanecer de enero Manuel García Campayo, mayoral de Guadalmena, fue apartando vacas de cada uno de los cerrados donde están los empadres de la ganadería, hasta formar un lote numeroso. La mayoría de ellas con mucha edad y que, o bien habían dejado de parir ya o, las más jóvenes, no habían dado buenos productos. Su destino era partir al día siguiente camino del matadero. Sin embargo, antes de ese postrer viaje cuatro de ellas iban a tener la oportunidad de demostrar por última vez su bravura. Cuatro vacas negras, grandes y fuertes, de tremenda presencia y amplios pitones. Aunque en realidad, el mayoral apartó cinco, porque junto a ellas había otra, con veinte años sobre sus lomos, mucho más delgada que las otras, algo raro en una ganadería donde los animales siempre están sanos y bien comidos. La explicación, en su costado derecho, donde un cáncer de piel había hecho mella más que visible.

Se llamaba “Pajarraca-138”, del guarismo 95 y con el hierro de Núñez del Cuvillo, una de las más viejas marcadas con ese pial que aún quedaban en “Cañadillas Altas”, la finca de Antonio Sainero, a la que llegó desde “El Grullo” siendo apenas una erala. Su padre, “Carachica-5”, del año 88, semental histórico en la casa de Cuvillo, mientras por parte de madre aparecían nombres tan emblemáticos como “Suspicaz-21”, o “Melena-7”. Así que su procedencia era de Maribel Ybarra por los cuatro costados.

La retienta fue más que interesante, unas se dejaron más y otras menos, y como última, pensando que no iba a servir por sus condiciones físicas, se dejó a “Pajarraca”. Nadie daba un duro por ella cuando apareció por la puerta de chiqueros, pero como si fuera un milagro, que lo es, allí surgió la bravura. La más pura y auténtica. La que no sólo hace sostenerse a un animal así, sino que lo afianza y le hace pelear. Por abreviar, la vieja castaña duró más que todas las otras juntas. Exactamente, 48 minutos embistiendo. De reloj. Pocos, sólo los que ocuparon los de tanteo, al capote; los demás, a la muleta, con entrega, fijeza, obediencia y recorrido.

     Los que allí estábamos no nos lo podíamos creer. Pero fue tan cierto como que lo vimos con nuestros ojos. El misterio de la bravura puesto en práctica por una vaca que seleccionó Joaquín Núñez del Cuvillo y cuyos hijos dieron muchas alegrías a Guadalmena.


 “Pajarraca” murió al día siguiente, pero no en el matadero, sino en la finca que la vio crecer y hacerse un animal de esos que quedan para el recuerdo en los libros de la ganadería. Manuel, el mayoral, el mismo que la había cuidado durante los últimos dieciocho años, alivió para siempre el sufrimiento que su mortal dolencia había marcado como condena. Fue esa misma mañana en que los campos de Santisteban amanecieron cubiertos por la nieve. Una rareza, casi tan grande como los 48 minutos de inolvidable bravura que ella nos había regalado unas horas antes. 

P.S.: El torero que aparece en las fotos es Manuel Rodríguez, novillero malagueño, una de las tres muletas que cataron la interminable clase de "Pajarraca". 

1 comentario:

MARIN dijo...

Impresionante...sin palabras.

Gracias por compartirlo.

Un saludo.