Hoy el Jaén ganadero, ese que es grande, noble y
profundo, ese que a la vez ha sido –y por desgracia continúa siendo- un gran desconocido, está de enhorabuena. Hoy, 13 de junio, hace nada menos que 30 años
del día en que lidiaba su primer toro una ganadería que estaba
llamada a estar entre las mejores que se asentaron en estos campos de la Alta
Andalucía.
Porque tal día como hoy, el sábado 13 de junio de 1987, y
en el marco de la II Corrida Concurso de Ganaderías de la provincia,
patrocinada por la Diputación Provincial, Sancho Dávila Iriarte, Conde de
Villafuente Bermeja, jugaba por primera vez un cuatreño.
Por aquel entonces la de Sancho era una de las vacadas
más jóvenes de la provincia de Jaén. Dávila, que podía haber elegido otras
tierras más familiares para asentar su ganadería, eligió las jiennenses, donde ya
hacía tiempo pacía la de su cuñado Javier Araúz de Robles, que protagonizó
junto Sancho los primeros tentaderos de la nueva divisa en la finca “Puertolaca”,
muy cerca de Santisteban del Puerto, para comenzar una andadura que lleva hasta
nuestros días.
Sancho se hizo ganadero a primeros de los años ’70 en
base a vacas originarias de Samuel Flores y de su propio cuñado a las que
cubrió el semental “Caradoble”, de Francisco Jiménez Pasquau, padre de los
actuales ganaderos de “Los Ronceles” y que por aquel entonces tenía su vacada
encastada en pureza con reses de Samuel. Creó un hierro en la Asociación que se
anunció como “Hermanos Dávila”, que marcaba a fuego una “HD” entrelazadas y
comenzó a lidiar.
Recuerdo ver esos animales en un reportaje muy antiguo de
la revista “Toro”, donde aparecía un semental precioso “Saeto”, y a Sancho jr.,
hijo del ganadero, andando con una carretilla al lado de él a la hora de echar
el pienso sin miedo alguno. De los dos Sancho Dávila conocí al hijo antes que al padre,
porque cayó al lado mío en una comida institucional que tuvo lugar horas antes
de la IV edición de esa corrida concurso con ganaderías de la provincia que
tuvo lugar en Andújar allá por 1990. Aún recuerdo su trato afable y educado.
Apenas un año después, con sólo 16, moría en Pottstown, muy lejos de “Puertolaca”,
la finca donde tantas veces disfrutó su vacada y donde estaba llamado a convertirse en un gran ganadero. Hoy en día está enterrado en una capilla rodeado de toros bravos, y su recuerdo es perenne.
Sancho Dávila Asín, hijo del ganadero, fallecido en 1991, dando de comer a los sementales en 1978
Cuando esta desgracia ocurrió, su padre ya había sentado
las bases definitivas del presente de su ganadería. Aunque aquello de Samuel
embestía mucho, él buscaba otras calidades, y las encontró en casa de Maribel Ybarra,
donde a principios de los ’80 compró catorce vacas con rastra, compras que se
fueron repitiendo después. A esas primeras hembras las acompañó el semental “Tremendo”,
que estuvo cedido para un par de cubriciones. Además, de tierras gaditanas
llegaron los erales “Argentino”, “Volandero” y “Turco”, colorado ojinegro,
castaño y negro respectivamente, que serían tentados en “Puertolaca”.
En
realidad sólo se tentaron los dos primeros, que además acabarían entrelazando
sus destinos, porque pasado el tiempo “Argentino” mató al otro en una pelea. El tercero no fue
tentado porque Sancho se lo reservó para torearlo en un festival en Santisteban
del Puerto. Aquel día, quien se anunciaba en los carteles como Sancho Álvaro
reverdeció laureles e indultó al toro que le hizo la ganadería, porque “Volandero”
resultó ser un semental que ligó de manera excepcional.
Cuenta Juan Mercado, padre de Juan Antonio, actual
mayoral de la casa, y que ejerció esas funciones desde octubre de 1972, siendo
mano derecha de Sancho durante casi cuarenta años, que a “Volandero” le
embestían todos los hijos, incluso los de alguna vaca mansa que se saltaba. A esos nombres fueron sucediéndole otros como “Congolito”, “Latero”, “Piedresita” o “Vistahermosa”,
que ya es de los actuales. Y así, con esas bases, Sancho fue creciendo como
ganadero. Propició más “Zapatos de Oro” que nadie en Arnedo y consiguió hacerse
un hueco entre las figuras, que mataban sin problemas sus toros, algunos de los
cuales volvieron a la finca tras ganarse su vida en la plaza.
Juan Mercado Parrilla, mayoral de Sancho Dávila desde el 1 de octubre de 1972
Pero, como cualquier camino, el suyo también comenzó con
un paso, con un toro. “Cachondo”, nº 61, que lucía el mismo pelo colorado
ojinegro que su padre “Argentino” y que la nº 85 que lo había parido, fue
cargado en 1986 para una novillada en Avila. Sancho había alcanzado un lugar
privilegiado entre los que lidiaban utreros y no tenía mínimo problema para
venderlos. Pero aquella novillada se suspendió por lluvia y “Cachondo” volvió
al campo. Es por eso que llegada la temporada de 1987 sólo había dos cuatreños
en “Puertolaca”, él y su hermano “Trompetero”, nº 65, castaño ojinegro.
Curiosamente, cuando ambos nacieron la vacada se enclavaba en la Asociación de
Ganaderías de Lidia, pero cuando se lidiaron lo hicieron como toros de la Unión
de Criadores, ya que en el transcurso de tiempo entre su nacimiento y el
herradero, Sancho se había hecho con los derechos de un hierro de la Unión, que entrelazaba las letras "V" y "B", alusivas al condado de Villafuente Bermeja que ostenta.
Cuatro años después, los organizadores de la Corrida
Concurso de Jaén se decidieron por “Cachondo”, que dio en báscula 505 kilos y
salió al ruedo como sexto de la tarde, correspondiéndole a Víctor Mendes. El
toro derribó en el primer encuentro con el caballo y después fue noble en la
muleta, saludando el portugués una ovación. Meses después “Trompetero” también
se lidiaba en Jaén, como sobrero de la corrida del día de San Lucas y “Espartaco”,
por aquel entonces máxima figura, le cortó una oreja.
"Cachondo", nº 61, primer toro cuatreño lidiado por la divisa de Sancho Dávila
Hoy, tres décadas más tarde, Sancho Dávila es un clásico en esta provincia, que además tiene asegurada la continuidad ganadera de la mano de sus hijas, Mayda y Rocío. Ha conseguido cincelar un tipo de toro que entra
por los ojos, y a sus espaldas lleva ya multitud de animales lidiados. Además, ha
acumulado experiencias como empresario en España y América, fue eficiente apoderado de su sobrino Eduardo Dávila Miura y hogaño hasta ejerce como
comentarista de televisión. Quién hubiera adivinado todo eso hace hoy treinta
años, cuando por la puerta de chiqueros de la plaza de Jaén salió aquel toro tan guapo que se llamaba "Cachondo"…