¿Quién me iba a decir a mí que iba a torear un 28 de
agosto en Linares? Esa fue la frase que, desbordando ilusión, me dijo David
Lorente tiempo antes de salir los carteles de la feria de San Agustín,
cuando ya sabíamos que el aniversario de Manolete sólo iba a tener el lustre
menor de una novillada sin picadores.
Como cada deseo, el de David por torear en Linares un 28
de agosto tenía su intrahistoria. Esta es de las bonitas. Lorente, murciano de
nacimiento, sintió Linares como suya cuando hace más de una década desembarcó
en la ciudad de las Minas para intentar su sueño de ser torero. Allí hizo
amigos y echó raíces, los mismos y las mismas que sigue teniendo más de diez
años después. Lo intentó, debutó con picadores y tuvo la sensatez de saber que ése no era su camino.
Duró poco en ese escalafón, cambió el oro por la
plata (y el azabache) y empezó a hacer el paseíllo detrás de los matadores. No
le causó ningún trauma. Además, desde un principio se hizo tercero, cogió
oficio y se hizo un gran puntillero. Así que no para de torear tarde tras
tarde, ya sea en una capital o en un pueblo de esos que tienen la fuente en
mitad de la plaza. Y, por si fuera poco, en su otra labor, la de veedor, tiene
poco tiempo de descanso.
Llegó la ocasión y toreó en Linares, pero no el 28 de
agosto, hasta que por fin hace un par de días se cumplió el sueño. Lo vi extrañamente nervioso en
el patio de cuadrillas y después en el callejón. Hasta que salió el novillo que
le tocaba banderillear, se fue andando hacia él en el aire que suele hacer
Fernando Sánchez y clavó en todo lo alto. Aún tenía que entrar otra vez, y
volvió a hacerlo con la misma torería y contundencia. Saludó, y la plaza de
Linares se puso en pie para aplaudir esos dos pedazo de pares.
Encima, esa misma noche, en las palabras con que comentó un
vídeo de Facebook donde se veía ese tercio de banderillas, tuvo el señorío de
acordarse de dos personas que ya no están, Enrique, tantos años conserje de la plaza; y
Juani Serrano, madre del matador Antonio José Lorite, que lo acogieron en
Linares como si David fuera algo suyo. Y eso dice mucho de una persona.
Sí, ya sé que ha sido en una novillada sin picadores y
todo eso. Pero también sé que David no se cambiaba por nadie en esos momentos.
Y como es mi amigo, y el blog es mío, le dedico este post. Eso sí, si me hiciera caso y le diera fiesta a la
lechuga y el agua mineral para perder el perfil de torero antiguo que tiene,
andaría en cotas más altas. Pero ya se sabe… “cá uno es cá uno”.