Pero aún siendo entre dos luces, acabada la tienta de las
dos becerras, todavía tuvimos tiempo de repasar uno de los cercados donde están los machos. En el tentadero se probaron dos vacas, una burraca tan astifina como es norma en la casa, y otra
negra que aún enseñando la cara, era mucho menos agresiva.
Encargados de torearlas fueron el matador cordobés Víctor
Abad y El Trebu. Sí, mi amigo Juan Manuel Moreno, que tiene mucha sintonía con
la gente de esta casa. A él y al
malagueño Manuel Rodríguez, que apuró las vacas junto a más compañeros de
tapia, corresponden las fotos de toreo que hay en el post.
Me llamó la atención la forma que los hermanos
García-Cebada tienen de hacer los tentaderos. José, en el palco de ganaderos,
compartiendo opiniones con el picador. Justo enfrente, apoyado en una de las
paredes del embarcadero, su hermano Salvador. En el palco, Alicia, esposa de
Salvador, explicaba con mucho tino todo el desarrollo de la labor a un grupo de
visitantes que esa tarde disfrutaba de “La Zorrera”.
Finalizada la
tienta, los hermanos echaron mano de memoria y sacaron libretas, confrontaron
notas, y decidieron que una de las vacas tendría la oportunidad de perpetuar su
reata, mientras la otra, de pelo burraco, había acabado allí sus días en la
ganadería.
Y como decía antes, terminado el tentadero aún hubo ocasión de ver
uno de los cercados donde los cuatreños comparten vida con los utreros. Algunos de ellos con trapío de toros más que sobrado,
como un castaño bizco del izquierdo que es verdaderamente imponente. Junto a
él, otros mucho más bonitos, caso de un burraco que parecía sacado de “Los
Alburejos” en los años 80, o un sardo que estuvo reseñado inicialmente para
Boujan-Sur-Libron hace unos meses. De los toros, había uno colorado más que astifino, y otro castaño salpicado que andaba a la gresca con el perrillo bodeguero que se vino como vaquero improvisado a repasar unos cercados cuya principal clientela está allende los Pirineos...
Y es que Francia se ha convertido en el reducto para
estos fogosos toros del sur de España. Parece mentira que, una tras otra, las
corridas de “La Zorrera” se tengan que lidiar por sistema a más de 1.000
kilómetros de su terruño. Será que las cosas están así, pero… qué mal están
las cosas.