Luis Vilches no es sólo un buen torero. Es un torero muy bueno. Por eso, por lo menos a mí, no me da pereza sacrificar una tarde domingo con la familia, y hacerme doscientos kilómetros para verlo. Aunque no sea en una plaza grande, aunque sea en Santisteban del Puerto, en la otra punta de la provincia de Jaén.
Allí toreó Luis ayer. Con su torería y sus circunstancias. Y con su espada, ésa que le ha hecho no llegar a ser figurón del toreo. Pero ayer, en Santisteban, Vilches dejó constancia del pedazo de torero que está hecho. Una imagen siempre vale más que mil palabras, y si son diez las instantáneas demostrativas, mejor.
Yo sólo sé que mereció la pena ir. Y que, cuando acabe el año, en mi memoria de esta temporada estarán un par de verónicas, un natural con el compás abierto y otro, de frente y a pies juntos, y algunos de los pases de pecho que Luis Vilches, un pedazo de torero, dibujó ayer en Santisteban.
P.S.: Me contaba el otro día en una entrevista José Luis Moreno, cuando le preguntaba si en el toreo existía la justicia, que hay ni más ni menos que la misma que en la vida. Será así, pero a mí me parece injusto que toreros así estén tiesos, mientras una panda de pegatironazos asaltacamas están ricos podridos. El toreo... y la vida. Qué se le va a hacer...