martes, 28 de abril de 2015

Primavera en Remonta













Tarde de primavera, de esas en las que lo mismo te llueve que sale el sol, en el campo bravo jiennense. Entre Navas de San Juan y Santisteban del Puerto, concretamente. De esto que pasas por allí con un salmantino maestro en lo suyo que lleva el campo bravo de toda España metido en la cabeza...y en el corazón.
¿Quieres que nos acerquemos y conoces una de las ganaderías más bonitas de la Alta Andalucía?. Pues vamos a ello. Y el salmantino que abre los ojos como platos y disfruta como un niño pequeño viendo las hechuras de los animales que Gabriel Mercado marca con el hierro de Remonta. Por cierto, fue ayer mismo, para no irnos más lejos.

miércoles, 22 de abril de 2015

Con Álvaro Lorenzo en Sorando
















Una de las fincas donde más a gusto me encuentro es “La Nava de Pedro Bagar”, de mi buen amigo Paco Sorando. Son ya muchos, muchos años yendo al terruño donde Román Sorando Herranz, abuelo del actual ganadero, estableció su vacada en los años cuarenta.
Desde entonces hasta ahora, muchas figuras del toreo han pisado su plaza de tientas, entre ellas, todas las que han sido llevadas por la casa Lozano, dada la fraternal amistad que entre ambas familias ha existido desde que ambos empezaran su trayectoria en el toreo.
Pasaron los años, y con el tiempo la vacada se dividió en dos. Hortensia Sorando, madre de Román García Sorando se quedó con el hierro original y una partición de la finca, lindera con “Los Alarcones”, de Samuel Flores, a la que bautizó como “Navalentisco”. A Mariano, padre de Paco, le tocó la parte de la dehesa donde estaban las instalaciones, entre ellas cortijo, plaza de tientas y embarcadero, al tiempo que sacó un hierro en aspirantes que anunció Sorando.
Pero, como decía antes, lo que no cambió para nada fue la amistad entre los Lozano y la familia Sorando. Y como muestra de la misma, un tentadero en el que Álvaro Lorenzo, una de las mayores promesas del escalafón de novilleros y nueva apuesta de la casa Lozano, se hartó de torear ante cuatro eralas de Sorando. Dos de ellas, “de lo antiguo” y otras dos, de la sangre Domecq que desde hace algo más de una década, vía Teófilo Segura, llegó hasta  “La Nava”. Por cierto, aún sirviendo todas, las Núñez-Villamarta golearon a las Domecq.
Ante unas y otras Álvaro Lorenzo anduvo con una facilidad tremenda, capaz y variado. Por cierto, tal y como le dije a él, la última vez que tuve ocasión de hacerle fotos se calzó un zapato…de Oro. 

domingo, 12 de abril de 2015

Aquella corrida televisada...

Hay que ver qué rápido pasa la vida. Y el caso es que recuerdo como si fuera ayer lo que hice justo hace treinta años, el viernes 12 de abril de 1985. Había toros en Andújar, aunque todavía no era Romería, ni se había inventado lo que ahora llaman por aquí el “Pórtico” de la misma. Pero había toros, y con un aliciente que nunca habíamos vivido, la presencia de las cámaras de TVE. Sí, aquella televisión entonces única, con sus dos canales, iba a transmitir por su primera cadena esa corrida de toros, que seguro cosechaba una audiencia millonaria que llevaría el nombre de Andújar hasta el último confín de España. Así que en la ciudad, que entonces más bien era pueblo, aquello fue todo un acontecimiento.
     Recuerdo ir por la mañana a los corrales, y ver con admiración cómo pasaba Joaquín Jesús Gordillo, por entonces comentarista de TVE camino del sorteo. Y tras él, a Fernando Fernández Román, recién entrado en el equipo taurino de la cadena pública. Tanto, como que esa de Andújar fue la primera corrida en la que hizo las veces de comentarista y entrevistador en el callejón, aunque su debut como tal había sido el día de San José en una novillada televisada desde Játiva.
      La vi en directo, pero dejé alguien encargado de cogerme los datos de los toros para mi ficha de archivo, porque entonces no había vídeo, y era la primera vez que iba a tener acceso a los de animales que se lidiaban en mi plaza. El que abrió plaza fue “Saeto”, al que siguieron “Gavioto”, “Napolillero”, “Capacho”, “Ruidón” y otro “Napolillero”, todos ellos de Alonso Moreno de la Cova.
     Han pasado treinta años y parece que fue ayer. Quién me iba a decir que muchos años más tarde el ganadero José Joaquín Moreno de Silva me iba a abrir las puertas de su casa. Y que Pepe Fuentes, que abrió cartel ese día, acabaría tratándome como a un amigo cada vez que nos vemos. Y más aún, que un día tendría el honor de compartir coloquio junto a Joaquín Jesús Gordillo en su Málaga natal, aunque al final una desgracia familiar me impidió estar ahí.
    En fin, que pasa la vida y hoy, treinta años después, me pondré el DVD de aquella corrida. No he vuelto a verla desde entonces, así que supongo que me voy a reencontrar con aquellas sensaciones tan puras de cuando era sólo un chiquillo que quería escribir de toros y no tenía ni idea de todo lo que había detrás de este tinglado. Y eso que a mí aún me dio tiempo a saborear los últimos coletazos de los buenos tiempos…

jueves, 9 de abril de 2015

"Pajarraca", el milagro de la bravura








Fue este invierno, un día de enero en mitad de una horrorosa ola de frío. Tanto, que nada más acabada la retienta empezó a nevar y a la mañana siguiente los campos de Santisteban del Puerto aparecieron cubiertos por un manto blanco para nada habitual en tierras de Jaén.

Ese amanecer de enero Manuel García Campayo, mayoral de Guadalmena, fue apartando vacas de cada uno de los cerrados donde están los empadres de la ganadería, hasta formar un lote numeroso. La mayoría de ellas con mucha edad y que, o bien habían dejado de parir ya o, las más jóvenes, no habían dado buenos productos. Su destino era partir al día siguiente camino del matadero. Sin embargo, antes de ese postrer viaje cuatro de ellas iban a tener la oportunidad de demostrar por última vez su bravura. Cuatro vacas negras, grandes y fuertes, de tremenda presencia y amplios pitones. Aunque en realidad, el mayoral apartó cinco, porque junto a ellas había otra, con veinte años sobre sus lomos, mucho más delgada que las otras, algo raro en una ganadería donde los animales siempre están sanos y bien comidos. La explicación, en su costado derecho, donde un cáncer de piel había hecho mella más que visible.

Se llamaba “Pajarraca-138”, del guarismo 95 y con el hierro de Núñez del Cuvillo, una de las más viejas marcadas con ese pial que aún quedaban en “Cañadillas Altas”, la finca de Antonio Sainero, a la que llegó desde “El Grullo” siendo apenas una erala. Su padre, “Carachica-5”, del año 88, semental histórico en la casa de Cuvillo, mientras por parte de madre aparecían nombres tan emblemáticos como “Suspicaz-21”, o “Melena-7”. Así que su procedencia era de Maribel Ybarra por los cuatro costados.

La retienta fue más que interesante, unas se dejaron más y otras menos, y como última, pensando que no iba a servir por sus condiciones físicas, se dejó a “Pajarraca”. Nadie daba un duro por ella cuando apareció por la puerta de chiqueros, pero como si fuera un milagro, que lo es, allí surgió la bravura. La más pura y auténtica. La que no sólo hace sostenerse a un animal así, sino que lo afianza y le hace pelear. Por abreviar, la vieja castaña duró más que todas las otras juntas. Exactamente, 48 minutos embistiendo. De reloj. Pocos, sólo los que ocuparon los de tanteo, al capote; los demás, a la muleta, con entrega, fijeza, obediencia y recorrido.

     Los que allí estábamos no nos lo podíamos creer. Pero fue tan cierto como que lo vimos con nuestros ojos. El misterio de la bravura puesto en práctica por una vaca que seleccionó Joaquín Núñez del Cuvillo y cuyos hijos dieron muchas alegrías a Guadalmena.


 “Pajarraca” murió al día siguiente, pero no en el matadero, sino en la finca que la vio crecer y hacerse un animal de esos que quedan para el recuerdo en los libros de la ganadería. Manuel, el mayoral, el mismo que la había cuidado durante los últimos dieciocho años, alivió para siempre el sufrimiento que su mortal dolencia había marcado como condena. Fue esa misma mañana en que los campos de Santisteban amanecieron cubiertos por la nieve. Una rareza, casi tan grande como los 48 minutos de inolvidable bravura que ella nos había regalado unas horas antes. 

P.S.: El torero que aparece en las fotos es Manuel Rodríguez, novillero malagueño, una de las tres muletas que cataron la interminable clase de "Pajarraca".