No me extraña que cada vez más gente elija para "perderse" un lugar como "El Añadío". La finca, entre Vilches y Arquillos ha cogido fama como hotel rural, y en su cortijo, situado en un collado desde el que se domina todo la comarca del Condado, no es difícil hallar la paz del espíritu y la tranquilidad que muchas veces se echa de menos rodeado de móviles y ordenadores.
Allí, María Jesús Gualda cría sus "coquillas", refrescados por sementales de José Chafick, que con su hierro de "San Martín" puso a los "santacolomas" nuevamente en candelero. Después, las circunstancias fueron las que fueron, y el mexicano cruzó el charco para no retornar.
Pero, a lo que vamos. Tentadero en "El Añadío". El día, soleado, pero frío y ventoso, quizá el menos adecuado para tentar animales con sangre cárdena por sus venas. Los toreros, dos de dinastía y uno que quiere serlo. Porque tentaban Pedro Gutiérrez "El Capea" y Dámaso González, junto al novillero Antonio Puerta. Además, la sorpresa la trajo el torero salmantino, que aún haciendo campaña mexicana, como eso de los vuelos transoceánicos ya es moco de pavo, ha venido para estar apenas una semana en España. Y se ha traído a Fermín Espinosa "Armillita", hijo del matador del mismo nombre, y nieto del mítico Fermín, patriarca de los "Armilla", para que se vaya fogueando con el bravo español.
Hubo de todo, pero el que más me asombró fue "El Capea". Da gusto verlo en el campo, sin dejarse tocar un trasto, cogiéndole la velocidad y las alturas a las becerras con una facilidad y rapidez pasmosa. Algo que los ganaderos agradecen... y mucho.
Dámaso hijo se gustó con el capote, y a la quinta vaca, que fue sensacional, le hizo de todo, incluido un arrimón que recordaba a aquel Dámaso González Carrasco, uno de los toreros con más redaños que ha parido madre. Allí estaba también el maestro, detrás de un burladero, al solecito, encendiendo pitillo tras pitillo y rememorando aquellos tiempos de capa en los que era uno de los torerillos más habituales de la zona junto con Sebastián, el de Linares, ahora su consuegro, que además lo llamó unas cuantas veces esa mañana. Las cosas de la vida, el tapia de antes pisando otra vez las tierras que le vieron hacer cientos kilómetros a pie buscando robar un puñado de muletazos a vacas ya más que apuradas. Sólo que ahora vuelve a esas fincas como lo que es, un figurón del toreo... y un maestro. Estaba "anunciado" también Pedro Gutiérrez Moya, "Niño de la Capea", pero a última hora no pudo acudir.
Así pasó la mañana. Y, detrás del burladero, tomando notas, María Jesús, la ganadera, quizá pensando en que cuando Dámaso venía por aquí, su abuelo, que fue ganadero sobre estas mismas tierras, ni en los mejores sueños llegaría a imaginar que más de medio siglo después una nieta suya estaría criando toros bravos. Y hermosos, además, pero eso ya se verá en un próximo post.
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