Una de las fincas donde más a gusto me encuentro es “La Nava
de Pedro Bagar”, de mi buen amigo Paco Sorando. Son ya muchos, muchos años yendo al
terruño donde Román Sorando Herranz, abuelo del actual ganadero, estableció su vacada
en los años cuarenta.
Desde entonces hasta ahora, muchas figuras del toreo han
pisado su plaza de tientas, entre ellas, todas las que han sido llevadas por la
casa Lozano, dada la fraternal amistad que entre ambas familias ha existido
desde que ambos empezaran su trayectoria en el toreo.
Pasaron los años, y con el tiempo la vacada se dividió en dos. Hortensia
Sorando, madre de Román García Sorando se quedó con el hierro original y una
partición de la finca, lindera con “Los Alarcones”, de Samuel Flores, a la que
bautizó como “Navalentisco”. A Mariano, padre de Paco, le tocó la parte de la
dehesa donde estaban las instalaciones, entre ellas cortijo, plaza de tientas y
embarcadero, al tiempo que sacó un hierro en aspirantes que anunció Sorando.
Pero, como decía antes, lo que no cambió para nada fue la
amistad entre los Lozano y la familia Sorando. Y como muestra de la misma, un
tentadero en el que Álvaro Lorenzo, una de las mayores promesas del escalafón de novilleros y nueva apuesta de la casa Lozano,
se hartó de torear ante cuatro eralas de Sorando. Dos de ellas, “de lo antiguo”
y otras dos, de la sangre Domecq que desde hace algo más de una década, vía Teófilo
Segura, llegó hasta “La Nava”. Por
cierto, aún sirviendo todas, las Núñez-Villamarta golearon a las Domecq.
Ante unas y otras Álvaro Lorenzo anduvo con una
facilidad tremenda, capaz y variado. Por cierto, tal y como le dije a
él, la última vez que tuve ocasión de hacerle fotos se calzó un zapato…de Oro.
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