viernes, 22 de mayo de 2015

A Alfredo. A mi amigo Alfredo


      Lo recuerdo como si fuera ayer…y ya va para cuatro meses. Hacía un rato que había salido de “Zahariche” y me esperaban en “Fuen La Higuera”. Miura y La Quinta, dos ganaderías con personalidad, como siempre tuvo la tuya. Ellos, figuras entre las figuras, tú, figura en lo tuyo. Cabeza de ratón mejor que cola de león, y a lo largo de tus años de lucha, mientras algunos que presumían de tierras y fortunas cuando tú empezabas las fueron perdiendo, tú amasaste la tuya, poquito a poco, vaca a vaca, encierro a encierro, trato a trato. Y así compraste “La Casería”, la dotaste de unas instalaciones que para sí quisieran muchos, y le pusiste a tu plaza de tientas “La Pilarica”, porque aunque tus raíces se asentaran en Jaén, siempre tuviste tu corazón, tu pensamiento y tu alma en Teruel.

     Llevabas unos años allí cuando te conocí. Aunque había oído hablar de tí, cómo no. Incluso recordaba aquél primer novillo de tu hierro que vi lidiar, allá por 1986 en una becerrada que organizaron en Jaén pasado San Lucas. Pero creo que la primera vez que te vi en persona fue el día que el “Zapato de Plata” empezó a andar. En aquella primera jornada de tentadero, cuando los chavales venían de ponerse por la mañana delante de unas sobreañas de Apolinar y se encontraron en tu casa con seis utreras con toda la barba. ¡ Menudas caras pusieron !

     Ahí conocí a tu hijo Pedro Luis, que con el tiempo se hizo amigo de verdad. Y después a Alfredo, y más tarde a toda la familia. Fue un lujo, de verdad, vivir esas mañanas de herradero, esos días de tentadero y esas noches hablando de toros hasta que, literalmente, amanecía. Como aquella con Luis Pérez y Carlos Álvarez, donde el día nos pilló hablando del Cojo Peroche, de Pericón, y de otros tantos personajes parecidos. Y nunca podré olvidar cómo pusiste tu casa a mi disposición cuando terció celebrar la llegada al mundo de mis dos “rejoneadoras”, como a tí te gustaba llamarlas. Ni tampoco la ilusión que te hizo cuando bautizamos a tu "Alfredillo" y en este mismo blog le dediqué un post que te llenó de alegría.

      También recuerdo tu templanza cuando las alarmas que con buen tino tenías instaladas en el cortijo dieron la voz de alarma y la Guardia Civil pilló con las manos en la masa a una mala persona al que creías amigo de la casa toreándote de noche los primeros novillos que ibas a lidiar de la nueva procedencia que con tanta ilusión habías metido en tu casa y que tuviste que mandar al matadero.

     Y también, cómo no, los consejos cuando uno que yo pensaba amigo me traicionó de una manera tan triste como rastrera. Me dijiste “Sólo te digo una cosa: hostia que des, familia de luto”. Lo recuerdo como si fuera ayer, y han pasado nueve años. Como recuerdo como si fuera ayer esa llamada de Pedro Luis este 4 de febrero, a las tres de la tarde, diciéndome que habías muerto. Así, de pronto, sin esperarlo.

     Dejé de comer, con el cuerpo cortado, y me fui a “La Quinta”. Lo primero que pensé fue  que la próxima Nochebuena no te iba a poder llamar para felicitarte las fiestas y echar un rato de chascarrillo contigo. Y al día siguiente, en el tanatorio, no tuve valor para entrar a verte. El mismo que me faltó para, cuando he vuelto a un tentadero a tu casa, preguntarle a Pedro Luis dónde están enterradas tus cenizas.

     Hace un rato has lidiado en Santisteban del Puerto. Era la primera sin ti, y supongo que a Pedro Luis se le habrán venido mil cosas a la mente desde que embarcó esta mañana a punto día. Me cuentan que tus erales, los mismos que herramos un día de marzo del año pasado, sin saber que Dios no te iba a dar oportunidad de verlos, han salido de lujo. Tres con el hierro de tu hijo, y uno, el segundo, del tuyo, Alfredo García Merchante.

     Te debía estas palabras, y si no las he escrito antes es porque mi idea siempre fue ponerlas en negro sobre blanco, pero no ha sido posible. Así que… qué mejor día que hoy. Y si no ha podido ser en papel, aquí están, en el etéreo internet, como homenaje a quien consideré -y considero- un amigo. Por eso en estas líneas me he tomado la libertad de tratarte de tú, aunque siempre, desde aquel día de hace muchos años en que nos conocimos, lo hiciera de usted. Me permites la licencia ¿verdad?. Allá donde estés, que sepas que aquí te recordamos. Y mucho, Don Alfredo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Emocionante es poco. Tengo un nudo en la garganta. Habida cuenta de que en muchos momentos a los que te refieres yo también andaba por allí. Parece mentira que ya no esté. Un abrazo