Hacía viento y frío esa tarde de jueves, profetizando el fin de semana siberiano
que por el puente del Día de Andalucía íbamos a sufrir en Jaén. Y aunque en esos altos de la sierra andujareña la
temperatura no era la ideal para templar muñecas, Juan lo fue haciendo conforme
se iba desarrollando lel tentadero. Por delante dos becerras coloraítas ojinegras
que se antojaban de la rama Camuñas que hay en la casa. Para terminar, una
negra muy chorreada que por hechuras parecía de “lo antiguo”, que es como se
llama en esta ganadería a lo que queda de la parte que hizo famosa a esta
ganadería y que estaba formada con una base de Villamarta a la que con los años
se fueron añadiendo sementales de Samuel, Galache, Alcurrucén y Daniel Ruiz
hasta formar una divisa con personalidad propia.
A lo que vamos. Juan
desgranó su tauromaquia, ésa en la que las prisas no existen, el temple es arma
fundamental y la calidad siempre prima sobre cualquier atisbo de cantidad. De
esa manera, primero con el capote -hubo una media eterna que permitió hacer
hasta cuatro fotografías sin usar la “metralleta”- y después con la muleta, fue
dejando pinceladas de toreo caro, de ése que rara vez se ve en las plazas y que
los locos de esto añoramos disfrutar. La verdad, contra más sé de esto, menos entiendo, y tampoco que un torero como el de Plasencia no esté en las ferias abriendo
carteles de lujo. Yo, por ejemplo me haría no sé cuántos kilómetros por ver un
cartel en el que se anunciaran Juan Mora, Finito y Talavante. Y a lo mejor ni un metro
para presenciar otro en el que pudieran estar tres de los diez primeros
nombres del escalafón. Será que soy un raro…
En fin, que como dije en la primera parte de este post, la
tarde-noche del jueves 25 de febrero de 2016 para mí se queda. Lástima que por
culpa de este puñetero “sistema” mucha gente no pueda disfrutar en la plaza lo
que yo gocé en el campo. Lo dicho, será que soy un raro…
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