En los primeros años de "Los Caminos del Toro", recuerdo que siempre, el último día de diciembre, sacaba a la palestra lo mejor o lo más bonito que, taurinamente hablando, me había traído el año que estaba a punto de terminar.
Y, para seguir con la costumbre, si ahora mismo, cuando faltan apenas seis horas para que 2011 doble, tuviera que decir cuál es el mejor recuerdo de este año, sin duda éste sería el que me lleva hasta la tarde del sábado 10 de septiembre en Andújar, la tierra donde hago mi día a día.
No creo que descubra América si digo a las claras que mi torero siempre ha sido Juan Serrano "Finito de Córdoba", como antes lo fue Emilio Muñoz, y antes aúnJosé María Manzanares padre. O como ahora mismo son Manzanares hijo, o Morante. O como en el futuro va a serlo David Galván. O como, desde el primer día que lo vi, lo ha sido ese pedazo de torero que es Marco Antonio Gómez.
A mí, como aficionado, me fastidia leer y oir lo que algunos piensan sobre El Fino, que si hubiera sido un hombre más "sumiso" al poder establecido, ahora mismo sería un torero de culto en el aire de Juan Mora o de Julio Aparicio. Pero no, nunca se quiso doblegar a nadie, así que se puso de moda darle leña, y leña que le dan. No digo que sin razón a veces, pero desmesurada casi siempre.
Pero yo siempre disfruto cuando lo veo. Cuando tiene su día, nadie torea como él. Nadie. Y este año tuve la suerte de encontrármelo dos tardes en ese aire. Una, en Sanlúcar, otra en Andújar.
Aquí, en Andújar, anduvo sublime con el que abrió plaza, un toro fácil y agradecido de Juan Pedro con el que bordó el toreo. El quinto (porque la corrida era de ocho toros), fue otra cosa. Sin ritmo, queriendo soltar la cara y coger con el pitón de fuera, era el toro típico con el que Finito normalmente habría abreviado.
Pero en vez de tirar las tres cartas hizo el esfuerzo, fue el mismo Fino que a mí me extasió hace años, y se impuso al toro. Hubo lances de los que se te quedan en la retina, naturales y derechazos de esos que te reconcilian con el toreo, y muletazos accesorios de esos que te hacen pensar que Juan Serrano es, sin duda, uno de los mejores toreros que ha parido madre.
El toro se llamaba "Cantaclaro", marcado con el nº 61, había nacido en noviembre de 2006 y era negro listón bragado, de Juan Pedro Domecq. Y a mí no se me olvidará mientras viva, porque "El Fino", después de coger muleta, espada y montera, se vino para mí y me lo brindó. A mí, que no suelo tener relación con toreros, que siempre procuro ir un pasito por detrás, pero que admiraba al Fino de Córdoba desde que lo vi una tarde de 1989 en la feria de Jaén, y que ese día hacía justo dieciocho años que, en la misma plaza, había levantado un monumento al toreo con un toro de Gabriel Rojas.
Dicho está y escrito queda. Por lo que pasó y por cómo pasó, ese sábado 10 de septiembre de 2011 me acompañará como aficionado el resto de mis días, porque, ofú... ¡¡¡ cómo estuvo ese torero, mi torero, en Andújar, mi tierra !!!
P.S.: Las fotos son de Melchor Rodríguez, un fenómeno gracias al cual quedó testimonio gráfico de una de esas "faenas secretas" de la temporada.