Escribía yo anoche en twitter, recién llegado de Jaén, una reflexión: "De cómo una novillada que dura tres horas puede hacerse menos pesada que muchas corridas de toros". Y con eso resumía lo que había sido el festejo que acababa de finalizar en el coso de La Alameda.
Para empezar, un exitazo de público, porque desde donde yo estaba situado, el aforo se veía cubierto casi en sus tres cuartas partes. Y lo mejor de todo es que nadie salió defraudado. Ya desde el paseíllo, encabezado por los más pequeños de la escuela, chavalillos de diez o doce años que roto el paseíllo comenzaron a dibujar verónicas al aire. A mí se me pusieron los vellos de punta viéndolos.
Acto seguido, y para abrir boca, dos eralazos con los hierros de Alfredo García Merchante y sus hijos, con más presencia que alguno de los utreros que hemos visto lidiarse en esa misma plaza.
Así que cuando aparecieron por la puerta de chiqueros la gente irrumpió en un "ohhh" de admiración. Como era clase práctica y está permitido, salió un caballo de picar y Gabriel Mercado ejerció con magisterio su función. Ambos erales sirvieron, más fácil el de Carlos Ojeda (dos orejas), y con un gran fondo de clase el de Manolo Fuentes (dos orejas).
Así que cuando aparecieron por la puerta de chiqueros la gente irrumpió en un "ohhh" de admiración. Como era clase práctica y está permitido, salió un caballo de picar y Gabriel Mercado ejerció con magisterio su función. Ambos erales sirvieron, más fácil el de Carlos Ojeda (dos orejas), y con un gran fondo de clase el de Manolo Fuentes (dos orejas).
Después fue el turno de los tres erales de "Remonta", propiedad de
Gabriel Mercado, estoqueados por "El Fary" (oreja); Pepe Viedma
(oreja) y David Olivares, que cortó dos orejas del extraordinario
"Dolido", que a punto estuvo de ser tentado para semental en la
finca, y al que, en justicia, debieron dar la vuelta al ruedo en Jaén.
Sí consiguió ese premio "Aviador", el añojo que protagonizaba el
anterior post de este blog, y que dio un juego sensacional. Vaya forma de
embestir, incansable, a todos los capotes y a la muleta de Verónica Ruiz, que
lo toreó de lujo con la capa y luego no se hartó de estar en la cara. Además,
al becerro salió Alvaro Díaz, uno de los alumnos pequeños de la escuela, que
dejó al personal con la boca abierta. Después Verónica dejó una estocada corta
como si llevara matados ya veinte becerros, cortó dos orejas y se la llevaron
en hombros con sus compañeros.
En definitiva, un éxito total y de los que hacen afición. Vamos, como que mis
hijas, de 6 y 3 años llevan todo el domingo dándome la lata para que mañana las
lleve otra vez a los toros. Tendré que hablar con Joselito Rus, a ver si es
capaz de montar una novillada cada semana...
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