Hoy es el último día de 2015. Y éste, el último post por este año en "Los Caminos". Sin embargo, no voy a acabar contando el relato de una alegría, ni de un día de
tentadero de esos que no se olvidan, porque lo que se va a relatar en él es una
experiencia inolvidable... pero que resulta ser tristemente inolvidable. Así, las imágenes y
el texto van a describir el último día de su vida como ganadero (espero que de
momento) de alguien que echó los dientes y creció entre toros bravos, convirtiéndolos en su razón de ser.
Es mi Amigo Pedro Luis García La Rubia, cuyo padre,
Alfredo García Merchante, falleció inesperadamente el pasado 4 de febrero.
Alfredo fue una auténtica leyenda en estas tierras de Jaén. Tanto, que en los
tiempos donde el trato alcanzó su máximo apogeo llegó a manejar más de 1.000
vacas de vientre. Años después se centró en seleccionar una ganadería más pequeña,
con una línea Santacoloma y otra Núñez-Torrestrella, que posteriormente eliminó
para, hace apenas una década, coger el camino de Osborne vía Los Recitales y
Las Hermanillas. Poco a poco fue puliendo defectos y acrecentando virtudes
en sus erales, hasta el punto de que la camada recién lidiada ha sido la mejor
que salió de “La Casería El Lentisco” pero, por desgracia, él no lo pudo ver.
Fallecido el patriarca, Pedro Luis cogió el relevo, y a
lo largo de 2015 pudo disfrutar con sus animales en las dos novilladas sin picar
que lidió. Pero, como hay razones que la razón no entiende, después de cinco
generaciones criando bravo, la familia decidió desprenderse de todo el ganado
de lidia.
Así que cuando el 5 de octubre se embarcaba a “Pastelero-4”,
nacido en Jun-13, un colorado de preciosas hechuras, Pedro Luis ya intuía que
con él se ponía el punto final -de momento- a su trayectoria. Quise acompañarlo
ese día, entretenerlo en el largo viaje hasta la plaza, y hablarle lo menos
posible durante el festejo. Fue en Segura de la Sierra, y el sorteo marcó que
el eral saliera en último lugar. Enchiquerado en los vetustos toriles, en una
de cuyas puertas, rotulado con tiza, se podía leer “GM-4” (García Merchante, nº
4), aguardó hasta que Francisco Reyes, presidente de la Diputación, que ejercía
como autoridad en el festejo, sacase su pañuelo blanco a la balconada del
histórico recinto.
Le cupo en
suerte a Luis Eduardo Salido, que le cortó una oreja después de que el hijo de “Avisado-67”,
semental que había dado el punto actual a la ganadería, le regalase un puñado de embestidas en las que incluso llegó
a llenarse de albero la pala del pitón. Mientras, yo observaba a Pedro Luis, su
criador, cuya expresión era una mezcla de sentimientos viendo a “Pastelero”
embestir, y no podía por menos que
recordar tantos y tantos días en su casa, ya fuera de tentadero, repasando el
ganado o viendo los becerros, hablando de sus madres, de cómo estaba dando el nuevo semental o qué tal había ligado “aquella erala tan brava que toreó Cayetano".
Esa noche del 6 de octubre, a la vuelta de Segura,
cenamos en el Hotel Zodiaco de Bailén. Cuando me despedí de él, ya de vuelta a casa,
pensaba en que ahí se acababa (de momento) la historia de uno de los jóvenes
ganaderos con más afición de la provincia de Jaén, tanta como para ser capaz
de, un domingo, enfangarse de lodo hasta las espinillas para repartir con sus
propias manos los sacos de pienso en los morriles.
Pocas semanas
después de que “Pastelero” entregara su bravura en Segura de la Sierra, toda la
vacada fue vendida y trasladada a tierras gaditanas. En “La Casería” sólo quedaron
una docena de erales que serán lidiados a lo largo de 2016, con la ganadería ya
liquidada y en otras manos. Triste pena, cuando “lo de Merchante” estaba ahora
en su mejor momento. Pero, como escribí líneas arriba, a veces hay razones que
la razón no entiende. Y, como he recalcado, ojalá sea "de momento". Yo me alegraría como el que más. Ojalá...