Desde que hace muchos años lo descubrí en un tentadero de clasificación para el Zapato de Plata en la finca "La Marquesa", he seguido a David Galván. A las innatas condiciones que desde siempre ha tenido, de un tiempo a esta parte ha sumado el oficio que van dando los años -pocos aún- en el escalafón superior.
La verdad es que en Belmez enseñó sus mejores armas. Por un lado, la de un excepcional corte de torero, pero también la de una actitud de triunfo que le va a venir muy bien cuando afronte compromisos de responsabilidad. Las fotos son el mejor testigo de su gran tarde.
Por cierto, iba vestido de purísima y oro. El mismo traje con el que hace dos años hizo el paseíllo en Jaén cuando un toro de Luis Algarra lo cogió a porta gayola y lo llevó por media plaza con el pitón hundido en su brazo. Veintitrés meses después ha sido una alegría comprobar que aquello no es más que un mal recuerdo y que esa mano derecha torea ahora mejor que nunca...
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