miércoles, 15 de julio de 2015

Una tarde en "Los Monasterios" (I)

     Hay sitios donde da gusto ir. Uno, a pesar de las piedras que le ponen en el camino, está acostumbrado a pisar muchas fincas y ha visto casi de todo, por eso repito que hay lugares donde es un placer acudir. “Los Monasterios”, donde tiene razón de ser la ganadería de Hros. de Jacinto Ortega, es uno de ellos. Hace unos días estuve allí, rodeado de buena gente y entre toros ¿qué más se puede pedir?.







     Es “Los Monasterios” una finca de vistas privilegiadas a la que se puede acceder desde Andújar o desde El Centenillo, pero que está en el término de Baños de la Encina, lindera con “Los Alarcones” de Samuel Flores y enfrente de “Navalentisco”, de Román Sorando. Precisamente Román ha estado apoyando siempre al torero de la casa, Juan Ortega, matador de alternativa desde el año pasado, que precisamente fue el que me hizo llegar el ofrecimiento de compartir la tarde de campo a través de esa familia tan allegada a mí que son los García La Rubia







     Ellos, los padres de Juan y pocos más estuvimos allí esa tarde, primero viendo los toros, luego de tertulia, y cuando el sol comenzaba a ponerse…y el tremendo calor a irse, disfrutando de un tentadero donde Juan Ortega tentó un par de eralas del hierro familiar, ayudado por Jorge Fuentes, su hombre de confianza con el capote y Juan Pablo Molina, mayoral de la casa, a caballo.

     Allí estaba también ese fenómeno que se llama Juan “El Chuli”, apoderado de Juan, que con más de ochenta años a las espaldas tiene la vitalidad que muchos treintañeros quisieran para sí. Dirigiendo el tentadero, Jacinto Ortega, padre del torero, que se me reveló como alguien de conocimientos e ideas muy claras, que no se da la mínima coba con lo que sale por chiqueros.







     Tiene encanto la antiquísima plaza de tientas, coronada por un azulejo que habrá visto pasar todo el toreo por allí. Por desgracia, esa tarde ninguna de las dos vacas alcanzó nota como para quedarse de vientre en la casa. La primera fue correosilla, teclosa, pero Juan solventó perfectamente la papeleta. Mucho más noble resultó la segunda, aún faltándole humillar. Ante una y otra estuvo el torero mucho tiempo, hasta que no les quedaba dentro ni una arrancada que aprovechar. Y, además de con expresión y muy buen sentido del temple, Juan anduvo fresco, variado y resolutivo. A mí, que llevo viéndolo desde su etapa de becerrista, me encantó la progresión que ha experimentado en los últimos meses. 







     Acabamos con el sol más que puesto, y ahí llegó un rato largo de tertulia hasta bien entrada la noche, y eso que Jacinto tenía que estar a las ocho de la mañana del día siguiente en el puesto que desempeña en Sevilla. Os aseguro que fue una gozada escucharlo contar historias de cuando hace muchos años hacía la trashumancia desde la sierra de Albarracín hasta “Los Monasterios”, pasando mil calamidades y avatares. O la que contó Juan Ortega de cómo un compañero suyo en Agrónomos no hacía más que insistirle en echar un día de trabajo en la finca para ver cómo era eso. Hasta que llegó el día en cuestión y el hombre por poco entrega la cuchara en el fondo de uno de los muchos barrancos que conforman la orografía de esa finca. Es lo que tiene desconocer el trabajo de mayorales, vaqueros, y de ganaderos como Juan, al que las manchas de pintura en sus manos delataban que había estado dándole a la brocha en la plaza antes de nuestra llegada…

     Así transcurrió  la tarde-noche de ese día de julio. Pero, mejor que las palabras, una vez más las mejores fedatarias son un puñado de fotografías hechas entre el polvillar de la plaza de tientas, imposible de aminorar, porque el calor evaporaba casi al momento  los efectos de la manguera. Por cierto, he escrito al principio que lo primero que hicimos fue ver los toros. Hay algunos que entran por los ojos nada más verlos, porque son una auténtica hermosura...y sin fundas. En el próximo post os los enseño. Prometido. 

No hay comentarios: