Acabado el turno de “los mayores” que lidiaron sus erales
vestidos de luces, llegó el turno para los más pequeños de la clase. Algunos ya
tenían experiencia en ponerse delante, pero para otros la tarde de Jaén suponía
no sólo la primera vez que iban a torear en público, sino su absoluto debut
delante de una res brava, con todo lo que ello suponía. Yo tenía la duda de
cómo reaccionarían, porque una cosa es entrenar de salón y otra muy distinta
ver arrancándose a la becerra, que para los adultos es pequeña, pero que para
ellos tiene la misma proporción en tamaño que un Miura de Pamplona.
El prólogo fue precioso, ya desde el patio de
cuadrillas, con los chiquillos primorosamente vestidos de corto y Joselito Rus
ejerciendo de "madre", colocando en su sitio sombreros, tirantes y barbuquejos
que cambiaban a cada momento de lugar, entre nervios y sudores, porque vaya
temperatura que hacía. Mientras, Verónica Ruiz estaba pendiente de que hasta el
último detalle organizativo saliera perfecto. Y lo logró, vaya si lo logró. Por
cierto, Verónica se ha convertido en una pieza clave de esta escuela. Es lo que
tienen las personas sensatas, que siempre caen bien. Y ella tuvo la sensatez, tras
debutar hace tres años en esta misma plaza y cortar un rabo, de quitarse del
toro sin amarguras ni malas caras cuando comprendió que su camino no estaba
dentro del ruedo. Pero fuera se está ganando todo lo que merece.
Acabados los preliminares llegó la hora del paseíllo,
entre una atronadora ovación, caras de preocupación en los tendidos de esos
padres que comprendían que aquello ya iba en serio, y de ilusión en los
chiquillos, que me da a mí que no se cambiaban por nadie en esos momentos.
Deshecho el paseíllo, todos torearon un par de minutos de salón, se
resguardaron en los burladeros del callejón y comenzó la espera, que supongo se
les haría larguísima hasta que se lidiaron los cinco erales anunciados.
Hasta que llegó su hora. Primero, una becerra de más
tamaño para los más crecidos y avanzados, entre los que destacó Cristian
Padilla, que por cierto se llevó un par de volteretas de esas que duelen. Pero
a él no le importó, sino que volvió a la cara hecho un tío. Esa actitud le hizo
ganar el trofeo que había en liza para los más pequeños en dura competencia con
Alfonso López, otro de los que descollaron de verdad. Además, actuaron Gonzalo
López, Cristian Martínez, Adrián J. Cruz, Alberto López, Juan Pablo Redecillas,
Andrés Gómez, Alejandro Rubio, Eduardo Santiago y mi paisano Fernando
Menárguez, del que ya os hablé en un post anterior, y en quien voy a centrar
éste. De hecho, la mayoría de las fotos que lo ilustran son suyas.
No se lo pensó
Fernando cuando Antonio Sutil y Joselito Rus le dijeron que era su turno, y
salió con toda la decisión del mundo por la bocana del burladero. Me encantó la
actitud paternal, una vez más, de ese fenómeno que es Joselito, dando los
últimos consejos, al tiempo que confianza y seguridad al novel, que se fue para
la cara de la becerra para dar sus primeros lances de capote. Después volvió a
salir, y con la muleta hasta en tres ocasiones, llegando incluso a desplantarse de una manera que no ha visto a sus ídolos, que son Manzanares y Talavante. Está claro que ese desparpajo se tiene o no se tiene...
Así oyó cómo suenan las ovaciones a un torero, a un proyecto de torero que tiene toda una vida por delante. Esa tarde de hoy hace una semana Fernando fue uno de los protagonistas en Carrusel Taurino de Canal Sur, y al día
siguiente, encantados con su chispa, Juan Ramón Romero y Barto Martos volvieron a llamarlo para conocer
cuáles habían sido sus sensaciones delante “del toro”. La verdad es que, como
en cualquier otra faceta de la vida, nadie sabe dónde llegará, pero muchos esa
tarde de hoy hace una semana en Jaén nos quitamos años al tiempo que rellenábamos el a veces marchito depósito de la ilusión. La del que ya ha visto pasar por sus ojos muchos niños
que quisieron ser toreros, pero sigue emocionándose cuando ve que un chiquillo
tiene condiciones y se entrega por un sueño.
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