Hoy es 24 de mayo de 2016. Y si, como cantaba Carlos Gardel, “veinte años no es nada”, quince
deben ser menos todavía. Pero a mí, ahora que echo la vista atrás, se me
antojan una eternidad. Y al mismo tiempo, han volado en un suspiro. Menuda
contradicción.
Han pasado quince años y multitud de cosas por mi vida desde aquel jueves 24 de mayo de 2001,
pero a la vez me parece como si sólo hiciera un rato desde que escribí “Camino del Califato”.
Aún recuerdo el nerviosismo cuando aquella noche me puse delante del teclado sin saber si
sería capaz de plasmar en negro sobre blanco toda la emoción de lo vivido
apenas un par de horas antes sobre el albero de Los Califas. Era la primera feria que cubría para un
medio nacional escrito después de haberme curtido en mil polvaredas y aguantado a cien personajes
que mejor no recordar. Era…la oportunidad. Y encima, esa tarde Finito, que celebraba su décimo aniversario de alternativa, va y
cuaja a uno de los toros de su vida. A ver cómo contaba yo eso en unas páginas
como las de 6Toros6, por aquel entonces cargadas de prestigio porque en ellas
escribían algunas de las mejores plumas del periodismo taurino mundial.
Recuerdo que encendí el ordenador, puse a Vicente Amigo como banda sonora (eso lo he hecho siempre cuando me ha tocado escribir todas y cada una de las crónicas de las grandes faenas que El Fino fue esculpiendo en años sucesivos) y empecé a teclear con los vellos aún de punta recordando cómo
había toreado apenas un par de horas antes Juan Serrano Pineda “Finito de
Córdoba”. Hoy, quince años después, cierro los ojos y aún recuerdo su forma
sublime de torear a la verónica, de las que una de ellas, por el pitón
derecho, fue inenarrable. Y mientras viva no
se me olvidará la despaciosidad con que manejó la muleta ni, por supuesto, la
salida a hombros a los sones de “Puerta Grande” después de cortarle dos orejas
al nobilísimo “Banquero”, de José Luis Marca.
Al día siguiente,
en esa misma Córdoba que Finito -vestido de blanco y plata- había hecho vibrar la
tarde anterior, conocí a José Carlos Arévalo, director por entonces de la
revista, que me dijo algunas de las palabras más bonitas que he oído a lo largo
de mi trayectoria elogiando aquella crónica que justo entonces pude ver por primera vez en negro sobre blanco
a través de una prueba de imprenta que Paco Aguado, director adjunto y quien hizo posible que yo cubriera esa feria, había
traído consigo en un AVE que ya ponía Córdoba y Madrid casi a tiro
de piedra.
Yo sé que
aquella crónica, ilustrada con maravillosas fotos de José Antonio León, me abrió las puertas
para seguir escribiendo en esa revista durante muchas temporadas. Y, en cierto
modo, siempre he agradecido a Finito, al que acabé haciendo “mi” torero, que
ese día estuviera como estuvo, porque si aquello no hubiera sido así de
grandioso, a saber si yo no seguiría aún por las polvaredas o si ya había mandado todo
este tinglado a tomar por donde amargan los pepinos, que todavía no es tarde …
Ahora, quince años
después, paladeo con nostalgia todo lo vivido aquel día. Y también con un halo
de tristeza por muchas cosas que han ido ocurriendo después. A León, sin duda
el mejor fotógrafo taurino que he conocido y con el que tuve la fortuna de
compartir ferias y amistad en España y Portugal, lo aburrieron y acabó por dejar
de hacer fotos taurinas. Y a Finito, uno de los toreros con más clase que han visto mis ojos, el “sistema”
se las hizo pasar puñeteras unos cuantos años en vez de convertirlo en torero
de culto, que era lo que merecía.
Así que, por desgracia, ninguno somos tal y
como éramos aquel 24 de mayo de 2001 pero, pase lo que pase, nadie podrá
quitarnos la inmensa sensación de felicidad que nos llenó aquella tarde de
jueves. Yo no estaré presente en la feria de este año, aunque desde casa estaré pendiente de todo lo que esté pasando, pero me alegraría como
nadie puede imaginar que el próximo sábado a Juan Serrano, que anda celebrando sus bodas de plata como matador de toros, le vinieran las cosas de
cara y le embistieran los toros para que los que tengan la suerte de estar allí
pudieran gozar tanto como yo lo hice hoy hace justamente quince años.
Qué pena que sea
tan cierto aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero no pasa nada. Paciencia…y
memoria.
1 comentario:
En hora buena y felicitaciones y q tenga una larga vida. Suerte siempre!!!
Publicar un comentario