Hace unos días la Escuela Taurina de Jaén programó una
novillada sin picadores con motivo de las fiestas de la Virgen de la Capilla.
Se anunciaban cuatro chavales de esa escuela junto con uno, Cristian Guerrero,
que representaba a la de Motril y precisamente era el encargado de abrir
cartel. Junto a él, Odei “Ruiz de Jimena”, Antonio Luis “Fernández Ríos”,
Gonzalo de Miguel y Joaquín Carrillo “El Nete”.
Hacía treinta años, nada menos que treinta años, en septiembre de 1986, había visto
por primera vez anunciado en un cartel el nombre de Joaquín Carrillo “El Nete”. Fue en una novillada sin
caballos que hubo en Andújar, en la que Joaquín, que no estaba anunciado en los
carteles, lidió un eral de Bernardo Fernández Martínez.
Pasó el tiempo, Joaquín debutó con caballos, y aunque mis
incipientes crónicas de entonces no cantaron mucho sus triunfos, nunca tuve un reproche
ni una mala cara de su parte. Y eso es algo que he aprendido a valorar cuando
ha ido pasando el tiempo y he tomado verdadera conciencia de lo que
significaba.
Una vez abandonado el traje de luces hicimos más amistad y compartí muchos
saludos en los patios de cuadrillas, porque él, carnicero de profesión, acudía
a faenar las canales a casi todas las plazas donde yo iba a hacer mis crónicas.
Así, hasta que un día dejé de verlo. Me contaron que estaba en tratamiento de
una tremenda enfermedad que no pudo superar. Mediada la veintena, a Joaquín se
le acababa una vida que le había dado demasiados bofetones.
Perdí el contacto con la familia Carrillo, también con su
hermano Antonio, que se anunciaba como “El Netillo”, y al que también vi torear por primera vez ese ya lejano 1986 en una becerrada que dieron en Jaén después de
San Lucas. Nada supe de él en veinte años hasta que el otro día, en la puerta
del patio de cuadrillas una cara conocida se me acercó y me dijo “¿te acuerdas de mí?”.
Era Antonio Carrillo, “El Netillo”, cuyo hijo mataba el segundo novillo de su carrera y se presentaba esa tarde ante la afición de Jaén. No os voy a contar cómo estuvo, que fue muy bien, porque para estas casos siempre es mejor el testimonio gráfico. El nuevo “Nete”, del que un amigo me dice que tiene aromas de Curro Vázquez, cortó un rabo y puso a la gente en pie, sobre todo cuando toreó al natural a pies juntos, citando de frente con un regusto impropio de quien sólo se ha puesto dos veces el traje de luces.
Era Antonio Carrillo, “El Netillo”, cuyo hijo mataba el segundo novillo de su carrera y se presentaba esa tarde ante la afición de Jaén. No os voy a contar cómo estuvo, que fue muy bien, porque para estas casos siempre es mejor el testimonio gráfico. El nuevo “Nete”, del que un amigo me dice que tiene aromas de Curro Vázquez, cortó un rabo y puso a la gente en pie, sobre todo cuando toreó al natural a pies juntos, citando de frente con un regusto impropio de quien sólo se ha puesto dos veces el traje de luces.
Viéndolo
me acordé, y mucho, de mi amigo Joaquín, de su mala suerte en la vida y de cómo
hubiera disfrutado con la faena de su sobrino. Aunque, en cierto modo, él estaba allí,
y no sólo en la medalla que con el relieve de su cara lleva su hermano Antonio
en el pecho. La verdad es que me emocioné presenciando el abrazo entre padre e
hijo cuando el alguacilillo no había hecho más que entregarle los máximos
trofeos a quien está dando los primeros pasos de una trayectoria.
Así que la tarde no pudo acabar mejor para el debutante, que iba vestido con un traje del mismo tono azul y oro con el que yo vi debutar a su padre en Jaén, va a hacer treinta años el próximo 25 de octubre. Ahora
queda un largo camino por delante. Ojalá sea tan bonito como esta familia
merece.
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